Aryna Raitseva

En el estudio la música suena suave, las herramientas ya están esterilizadas y las joyas brillan en la vitrina. Él pasa la mano por la mesa de trabajo como un artista que revisa la pureza del lienzo antes de comenzar.

No habla de más. No le hace falta. En su voz hay calma; en sus movimientos, precisión. Los clientes suelen decir que a su lado la ansiedad desaparece por sí sola. Observa con atención, como si leyera el carácter de cada persona antes de ofrecer una joya. Para él, el piercing es composición, equilibrio, línea y espacio.

Tiene una costumbre: antes de cada perforación detiene la mirada por un segundo, como si marcara que está a punto de ocurrir un momento importante. Y lo es — para cada cliente. Algunos vienen para cambiarse, otros para sentir fuerza, otros simplemente por belleza.

Él no solo hace piercings. Crea detalles que permanecen con las personas durante mucho tiempo — a veces para toda la vida. Y en eso está su oficio, su arte, su camino.